La ocupación romana del litoral
mediterráneo de la Península Ibérica en el contexto de la guerra
contra Cartago, a finales del siglo III a.C., alteró radicalmente la
organización política y social, la cultura y las condiciones de
vida de las comunidades indígenas. La región fue escenario de
combates decisivos que culminaron con la conquista de ''Qart
Hadasch'', que los romanos llamarán Carthago Nova, en 209 a.C.
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La consecuencia principal de la guerra
fue la progresiva pérdida de autonomía política de las comunidades
indígenas. Los diversos caudillos (reguli) intentaron utilizar esta
guerra en beneficio propio, aliándose con romanos o cartagineses
para enfrentarse con sus vecinos y enemigos tradicionales.
Se va produciendo progresivamente la
romanización del territorio, entendiéndose por romanización el
proceso de transformación socio-cultural que afectó a los pueblos
indígenas mediterráneos, sometidos militarmente a Roma. Este
fenómeno tuvo una intensidad variable, en función de los contactos
previos de estas sociedades con otras culturas púnico-helénicas, y
de las modalidades de la conquista.
La búsqueda de la colaboración con
las élites locales fue una constante de la acción de Roma, que no
pretendía, en nngún caso, alterar el orden social, sino adaptarlo
al modelo itálico.
La ciudad, entendida como comunidad
estructurada polítca y socialmente, con autonomía administrativa y
centro de una forma de vida y de una cultura de élites, es el motor
de promoción de este cambio.
En definitiva, la presencia romana
estable, ejercida como dominio militar y administrativo, afectó
gravemente las estructuras tradicionales de gobierno existentes y modificó la
posición y función de la aristocracia, que perdía, desde ese
momento, su papel guerrero y político.
Al mismo tiempo, llegaban colonos y
comerciantes itálicos que implantaron unos nuevos sistemas de
producción, una gestión económica basada en la moneda y modelos de
mercado grecorromanos.
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